Castillo al amanecer

 


 

        Caminaba lentamente por aquel pasillo, oscuro y sombrío, lleno de retratos de sus antepasados. Al estar allí, solo recordaba los últimos días de él,  en aquel lugar. Corría el año de 1755. Era un hermoso castillo, lleno de innumerables habitaciones y un gran pasillo, que conducía a la libertad.  Entró  allí, y  le fue  muy difícil salir. Sonó la campanilla, era su ama de llaves, deseando ser atendida. Corre inmediatamente, sin perderse en aquel  infinito pasillo. Entra a la recamara principal, donde se encuentra ella, la señorita Marie Fontait, llevaba muchos años como ama de llaves de aquel hermoso castillo. Acostada, le solicita acercarse y  reprocha su lentitud  dándole  una bofetada, que la hace caer. Al levantarse, le solicita disculpas por su tardía.

        Ella, no prestándole atención, le recuerda su posición en aquel lugar, atenderla, sin ningún reproche. Pues debido a su culpa, el gran Duque, Charles Bordeffut, murió, sin que se pudiese hacer algo para salvarlo. Desde ese momento, fue conminada a trabajar sin descanso, en atención para ella, en el gran Castillo. Al salir de la habitación fue rápidamente  a la cocina, donde terminó de preparar los alimentos para la señorita Fontait. Le solicitó ayuda a una de las criadas, pero esta, solo se burló de su solicitud. Sin ningún interés en rogar, se condujo nuevamente al largo y sombrío pasillo hasta llegar de nuevo a la recamara principal. Entra y comienza a servirle, lo que le ha preparado ordenadamente.  Ya son varios años, realizando la actividad  día tras día. Se acerca a la ventana, la abre y observa lo hermoso del jardín, pues a pesar del correr del tiempo, ella, su captora, lo ha sabido mantener, al igual que preservar su castillo, el cual es solo suyo y de nadie más.

        Mientras seguía perdida en aquel hermoso lugar, recibe la orden, de ayudarla. Regresa a la cama y poco  a poco la levanta.  Murmurando y halándola por el cabello, le recrimina su estado de salud actual. Le recuerda, que por su culpa el Duque no está, y ella se encuentra sin fuerzas en sus extremidades inferiores.  La conduce a un mueble, acolchado y bordado con hilos de oro.  Al sentarse, observa también el bello amanecer, colmado de aves que revolotean sin parar. Junto a ella, la Duquesa, convertida  en un harapo, se introduce nuevamente en sus años de grandeza.

        No olvida, el día que llegó al gran castillo y fue recibida con beneplácito por todos los miembros que lo habitaban,  donde le juraron lealtad y servicio. Todos, eran dirigidos en, ese momento por ella, la señorita Fontait. En cada recuerdo, lo veía como un hombre amoroso y digno. Pues pese a su tenacidad, nunca perdía su galantería. Esa galantería, fue la que la enamoró y llevó a abandonar todo lo que había logrado en los últimos años, pues a pesar  de las imposiciones de la sociedad para esa época,  no tuvo impedimento, para convertirse en la más afamada cantante de ópera. Fue, en uno de sus recitales, donde lo conoció. Terminó enamorándose y dejándolo todo por él.

        Pero aquel amanecer convertiría su vida de grandeza, en la mayor miseria que pudo haber vivido persona alguna. No lograba entender, como su gran amor, le había traicionado de esa manera. De pronto siente un pequeño dolor en su brazo. Al volver a la realidad, la señorita Marie, le reprocha. La observa y recuerda quien tiene ventaja. Fontait,  le expresa, no perdonarle jamás haber perdido al heredero, el cual albergó en su vientre  por unos meses. Ella, le jura a sus pies, no haber tenido la culpa de aquel fatídico accidente. Pero Marie, no admite su inocencia y le recuerda como en aquel amanecer, ella enceguecida por la traición de ambos, cortó la cuerda de la campana. Al subir la servidumbre, animada por aquel estruendo y posterior llanto desconsolado, observan al Duque, casi irreconocible y muy cerca de él, la señorita Fontait, quien gritaba de dolor, al no poderse mover. El charco de sangre, era inmenso, pues los bordes de aquella devenida campana,  parecían una espada imperial. Desde ese día, la habilidosa ama de llaves, sin ningún estupor, le inculpa a la Duquesa aquella terrible tragedia. El tiempo para ella no pasaba, cada día era igual, pues desde aquel acuerdo con la señorita Marie Fontait, su vida, no tenía valor.

        Fontait valiéndose de su mentira, jamás reveló, a la Duquesa, que el Duque yacía muerto en el suelo, producto de aquel veneno. Pues lo tomó engañado por la habilidosa ama de llaves, quien lo condujo hasta allí, con el pretexto de que descubriese a su amada en deslealtad. Estando en sus aposentos, Victoria recibe una nota, en la cual se le indica subir al campanario, y descubrir a su gran amor en traición. Todo lo planeado por la ama de llaves, no tuvo complicación alguna. Al llegar la Duquesa, observa desmedida como Marie lo besa apasionadamente en el suelo y le comunica la llegada de su próximo heredero. Victoria, siente que el mecate que sostiene la campana se mueve y resuelve mejorar el amarre sin distraerse. Cuando trata arreglarlo, el mecate se suelta.

        Aprovechando la confusión, la señorita Marie Fontait se convierte sin reconocimiento monárquico, en la Duquesa Bordeffut y convierte a Victoria en servicio perpetuo. Sin mayor discusión, la verdadera Duquesa acepta, pues tiene la esperanza. De la llegada en un tiempo no lejano del verdadero heredero,  a quien tuvo mucho antes de llegar a vivir al castillo. Éste,  vive con su tía, en la lejana  tierra de gracia…

                                        

Héctor DANIEL

       

 



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