“El poder sin compasión es el peor tipo de maldad que existe”
E.J. Patten
I
Un 23 de febrero de 1837 el Presidente de la República José María Carreño Blanco, lo nombra su secretario personal. Carlos Alcalá, recibe el nombramiento con alegría y le expresa a su excelentísimo Presidente no defraudarlo en la labor encomendada. Lo acompaña, su siempre silenciosa esposa doña Carmen Rocha de Alcalá. Ella, muy bien arreglada, para tal evento. Su belleza destaca entre todos los presentes. Al lado de ella, un grupo de complacientes servidores.
Posterior al nombramiento, se lleva a cabo un brindis, en el que todos participan. Carlos se aleja un poco de su mujer y pasa al salón posterior. Establece conversación con un Coronel del ejército libertador. Desde allí, sigue visualizando a su esposa, la cual permanece callada en aquel largo mesón lleno de exquisiteces. Ella, aun no consume nada. Espera pacientemente por su esposo. Aunque por momentos, llega a intercambiar miradas con un joven vestido de blanco. Inicia el baile y su esposo regresa, ambos bailan un momento. Durante el intercambio de parejas, ella se encuentra frente al joven caballero, con el que había compartido miradas hace unos instantes. Éste la saluda y se le presenta.
- Un placer bella dama.
-Un placer caballero. Responde ella sin titubear.
Al terminar el baile la pareja se despide, pues la fiesta casi concluye.
En casa observa que su esposo algo tomado sale un momento. Todos duermen. El reloj de la habitación marca las 3:45 am. Ella, cambia su ropa y decide acostarse. Ya algo dormida, siente que algo le quema y comienza a gritar. Su marido le impide continuar colocándole un trapo en la boca, para que no despierte a los niños. Llora perturbada y escucha los reproches que le hace el nuevo secretario. Le recrimina haber dialogado con aquel joven en el baile. La golpea por las piernas con aquel cuero humedecido en agua caliente. Carmen, se inclina y pide perdón, por tal acto. Le expresa, que solo aceptó el saludo de aquel joven. Este la calla y la lleva de nuevo a la cama. Le insulta y la humilla con las más bajas palabras.
Llora en silencio, soporta el ardor en sus piernas. Por un momento siente que su marido sale nuevamente de la habitación. Ella intuye que no regresará pronto. Decide ir después de unos minutos a la cocina por alguna hierba que le calme el dolor. En la cocina llora sin parar, se reprocha, el no ser valiente. No se atreve, la educación impartida por su madre, le obliga a no discutir las decisiones de su esposo.
Mientras está allí, recuerda a su antiguo pretendiente. Pablo, era cariñoso, amable y respetuoso. Nunca se propasó. Solo la besó el día que las familias pactaron el compromiso de bodas. Ambos se conocieron en un paseo por la plaza. Ella iba acompañada de su madre y él conversaba con unos amigos. Al estar muy cerca, compartieron miradas y sonrisas. No pasarían dos meses, para que Pablo solicitara ante sus padres poder visitarla con el propósito de un futuro matrimonio.
Los meses de noviazgo, fueron para la pareja el mejor de los regalos. Las familias compartían cada domingo. Se planificó la boda con la anuencia de todos. Al llegar la fiesta de compromiso, el padre de la novia decidió invitar a los más distinguidos y acaudalados hacendados. Entre los asistentes, la familia Alcalá Moreno, integrada por los esposos y el hijo Carlos Alcalá. Era una familia muy ligada a la política, pues su padre había sido asesor ministerial en el gobierno anterior. La fiesta de desarrolló en total normalidad, todos bebieron y consumieron los postres colocados en aquella mesa. Carlos aprovecha un momento, para dialogar más a fondo con los novios. Destaca la belleza de la señorita y les felicita. Los invita a pasear por la hacienda de sus padres. La recién pareja de comprometidos decide no aceptar por el momento, pero le garantizan que luego de la boda le visitarían.
Carlos, al llegar a la hacienda no deja de pensar en aquella mujer. Se reprocha no haberla conocido antes. Comienza a soñar despierto con ella. Pues la admiración hacia su hermosura ha sido tal, que decide conquistarla, pese a los planes de boda que están en marcha.
Pablo, en una salida a la plaza con Carmen, le comenta que ha sido visitado por el caballero Carlos Alcalá. Le parece un joven con muchos sueños y que de seguro se convertiría en su gran amigo. Es una persona con mucho talento, y le agradan las conversaciones que ha tenido últimamente con él. Ella, complacida con aquellas expresiones de su enamorado, le motiva en su futura amistad y lo llena de elogios.
Con el aparecer del alba y el canto rutinario de las aves Carmen despierta. Se ha quedado dormida en aquella cocina. Camina rápidamente hasta la habitación, no desea que ninguna de las criadas la vean en ese estado. Al entrar, observa que su marido no ha llegado. Se acuesta nuevamente en la búsqueda de aquel sueño perdido. Mientras trata de arroparse, siente la presencia de su esposo. Éste, entra, la besa y le invita a prepararle su traje, pues debía ir ante el Presidente. Ella le indica con algo de temor que es domingo y lo mira sutilmente. Carlos la observa con una mirada llena de fuego, se acerca y la pellizca, la hala por el cabello y la tira a la cama, le recuerda que sus órdenes no se discuten. Carmen calla y se levanta por el traje. Sabe que su marido, todavía está tomado.
Mientras el secretario toma un baño, piensa que lo mejor, es que él esté lejos. Así no lo tendría tanto tiempo cerca. Aunque sabe que los domingos el Presidente suele descansar, arregla todo para que se marche.
Antes de partir, Carlos le recuerda que no tiene permiso de ir a visitar a sus padres, por lo tanto después de misa, debe regresar a casa y estar pendiente de los niños, organizar la comida de la semana y verificar que ningún peón regrese tarde de su día libre.
Estando sola, se observa las heridas provocadas en la madrugada y decide colocarse más hierba. Se prepara para ir a la iglesia con los niños. Después de la misa, se encuentra al joven que conoció la noche anterior. Éste, se acerca y la saluda. Ella, algo nerviosa le remite el saludo y parte rápidamente en compañía de sus hijos. El joven la sigue con prisa y le indica su nombre, David Polanco. Mientras los niños corren por la plazuela, voltea y se lo vuelve a encontrar frente a frente. Entablan una breve conversación.
II
Ya estando en casa, se da cuenta que ha olvidado su bolso en la plazuela. Decide regresar, pero sola. Deja los niños reposando en sus habitaciones. Camina con prisa pero de pronto algo la hace voltear a la izquierda, al mirar, ve a su marido entrando en aquella casona. La casona de las que todos comentan en el pueblo, pero no protestan. Sigue sin detenerse y justo en la primera silla encuentra su bolso tal cual lo dejó. Diagonalmente se encontraba David, esperando que ella apareciera. Le sonríe y le expresa.
-Sabía que regresarías.
-He regresado por mi bolso.
Se le acerca y le invita un helado. Ella agradece el gesto, pero se niega, es una mujer casada. Le da las gracias, por haber cuidado de su bolso y decide partir. Antes de retirarse, él le dice:
- Aun no me recuerdas.
Algo asombrada lo observa fijamente pero no logra ubicar en sus recuerdos a aquel grato hombre. Parte de nuevo a su hogar. Le sonríe y marcha.
Su cabeza no dejaba de buscar algo que le recuerde a David, pero no lo logra. Sin darse cuenta pasa nuevamente por la gran casona. Escucha gritos de fiestas. No le da más importancia, de la que merece y continúa.
Al llegar a casa, va a su habitación y decide descansar, se siente algo cansada.
Suenan las campanas de la iglesia, llaman a misa de seis. Despierta de un salto, algo nerviosa, observa la habitación y sale. Recorre toda la casa, su esposo aun no ha llegado. Va al jardín y se sienta. Le llegan recuerdos de aquel momento, destaca lo bien parecido que es David. Siente algo, pero no profundiza en esa emoción. Escucha algunos pasos. Es su marido que ha regresado.
Lo espera allí. Éste, la ve, se le acerca, le da un beso y sin decir una palabra, parte a su habitación. Ella, siente que le penetra aquel perfume, tan corriente como su dueña. Se levanta, va a la cocina a prepararle algo de cenar. El secretario, ya más descansado, luego de un baño. Se sienta a comer. Mientras lo hace, le dice que debe partir, por unos días, en compañía del Presidente. Ella, lo observa y asienta con su cabeza. Le solicita permiso, para visitar a sus padres, pues ya son varios meses que no tiene noticias de ellos. Carlos le da su consentimiento con la condición que vaya acompañada por algún peón, pues los caminos están algo peligrosos.
Antes de partir. Carlos Alcalá, la abraza y le recuerda, que todo lo que hace, es por ella y sus hijos. Le recomienda, no entrar en detalles con sus padres de lo que ocurre en casa. Si lo hace, tendrá consecuencias. Carmen le responde, que solo busca la compañía de los suyos, pues hace años se siente sola. El secretario al terminar, le cierra la boca con sus manos, con gran fuerza por unos segundos, dándole a entender, quien tiene el poder. Todo lo que hace, lo hace en su justa medida. Le recrimina sus palabras de soledad y parte.
III
Al llegar a la hacienda de sus padres, se siente más relajada. Sus ganas de olvidarse de aquella prisión, llena de sin sabores; la abruma. Su madre se le acerca y le comenta que su amigo de escuela ha llegado de Europa y desea saludarla. Carmen no lo recuerda. Ya han pasado tantos años, que su memoria no da para lejanos recuerdos. Asiente con la cabeza a su madre y se introduce en un breve descanso. Le llegan a la mente los gratos momentos que vivió en aquel lugar, al lado de su primer amor. Muchas veces se cuestiona, sobre lo sucedido, si el matrimonio con Pablo se hubiese dado. De él siempre destaca, lo ejemplar y caballero que era. Se lamenta, no haber estado presente en aquel lugar. Quizás lo hubiese ayudado, o en el peor de los casos, habría partido a la eternidad junto a él.
Pasaron tres días, hasta que lograron localizar su cuerpo. Estaba tan hinchado, que solo fue reconocido por la vestimenta. Su duelo duró poco, pues Carlos aprovechó la necesidad económica de sus padres, para proponerle matrimonio. Un casamiento acordado entre partes, su palabra no fue considerada. Aunque su madre le informó y le expreso que respetarían su decisión. No tenía opción, o se casaba con Carlos Alcalá o la ruina y la cárcel acompañarían a su padre. Unos meses antes del matrimonio, ya la hacienda de su padre estaba mejor, las deudas bajaron considerablemente, gracias a la sabia intervención del padre de Carlos.
Partieron a vivir cerca del pueblo. Los primeros meses fueron un tanto distintos. Carlos, no demostraba aun su verdadero carácter. Los cambios llegaron con la llegada del primer hijo. Casi pierde a aquel bebé por la paliza que este le dio. Solo sus suegros llegaron a conocer tal situación. Después del nacimiento del niño. Carlos la maltrataba rara vez. Por meses, su comportamiento, era de un gran esposo. Luego y casi coincidiendo, con la época de lluvia, los cambios llegaban y los abusos se incrementaban. Estuvo a punto de huir una vez, pero no tuvo valentía.
Los ruidos de la sala le despiertan completamente. Al acercarse allí, ve a David Polanco, quien le sonríe alegremente. Se sobresalta, en ese momento su madre, le recuerda. Es David, tu compañero de primaria. Su cabeza da vueltas, hasta que descubre, en sus vagos recuerdos a aquel simpático niño, con el que siempre jugaba. Para ella, siempre había sido Pol, pues así le decían sus más allegados amigos. Se acerca, le da la mano y se sienta a conversar con aquel atractivo joven. Hoy un total extraño. David ríe, le comenta a la madre de Carmen, que desde que la vio en palacio, supo que era ella. Jamás habría podido olvidar a su gran amiga. Ella, le solicita disculpas, pues se considera una torpe. Pero de igual manera le indica que ha cambiado considerablemente. Ya no es aquel niño delgado, cabello rojizo, de lentes agudos.
Entablan conversación por más de dos horas. David, le comenta que ha regresado a trabajar en la cancillería. Ha sido requerido por el Presidente. Será nombrado en los próximos días Ministro Plenipotenciario de asuntos Exteriores. Allí, la razón de su presencia en aquel baile, donde la reconoció desde el primer momento. La invita a cenar junto con sus padres a la hacienda de su familia. Ella acepta.
Al pasar los días llega la noche, deben ir a cenar con David. Recuerdos y risas acompañan la grata velada. Alejados un poco del resto de personas, observan el anochecer. David le confiesa su amor. Carmen desconcertada, le sonríe y recuerda, es una mujer casada.
IV
Mientras regresa a su casa, se encuentra en la vía a su amigo y nuevo pretendiente. Se saludan y prosiguen el viaje. Aunque le parezca atractivo y galante, sabe que en sus actuales circunstancias, no tiene ningún futuro con él.
Transcurre la semana y siente la presencia de Carlos. Con algo de nerviosismo, lo recibe. Éste, le expresa lo cansado que se encuentra. Solicita un baño y no entabla ningún tipo de conversación con ella. Al despertar de la siesta, le notifica que debe prepararse para asistir a una cena en palacio, pues el Presidente nombrará a dos nuevos ministros. Carmen asienta con la cabeza. El miedo de encontrase nuevamente a David la acecha. No desea ningún tipo de problemas con su atormentado esposo.
Carlos ha sido removido de su cargo. Tal situación lo toma por sorpresa, pues el Presidente no le había comentado nada. Ha sido nombrado secretario personal del Ministro Plenipotenciario de asuntos Exteriores. Carmen al percatar tal situación, se abruma. Aun no comprende su miedo. Carlos junto a su esposa se acerca a su nuevo jefe. Le ofrece el debido respeto y se coloca a su disposición.
Al llegar a casa Carlos extrae de si, toda su rabia y molestia. Se introduce en el alcohol. No comprende porque ha sido degradado a secretario de un Ministro. Carmen infiere que aquella noche, no será tan agradable. Decide dejar a su esposo en la biblioteca. Revisa a los niños en sus habitaciones y anticipando lo que haría su marido, se duerme junto a ellos. Su accionar, le provocaría mayor ira a Carlos, quien al ver que no estaba en su habitación, la busca y con el mayor de los cuidados, la extrae de allí. La lleva a la cocina en donde desata toda su molestia. La golpea sin parar. En un descuido Carmen corre a su habitación. Carlos muy mareado la sigue. Entra al cuarto, la busca. Ella, sin pensarlo, lo golpea en la cabeza con una vasija. Llora y sale. Llama a unos de los peones, y le indica que vaya por el doctor.
El Presidente se entera de la acción de Carlos, pues el médico que lo atendió, es su doctor de cabecera. Le exige al nuevo Ministro David Polanco, que le despida. Al pasar los días, se conoce que al caer Carlos, se ha golpeado gravemente la columna vertebral. El diagnóstico reciente indica que ha quedado minusválido.
La situación se revierte. Ahora el muy poderoso Carlos Alcalá depende de su aun esposa.
V
La observa con rabia, le reprocha estar así. Han pasado meses, y aun no se recupera por completo. Aunque ya conoce su diagnóstico en la totalidad. Guarda una leve esperanza en volver a caminar. Carlos, ahora reducido a un ser minusválido continua altivo. Ofende con regularidad a doña Carmen. Ella, simplemente no le presta atención. El miedo que le tenía ha ido perdiendo terreno. Solo piensa en el momento de su libertad.
Carmen durante los meses pasados contó con el total apoyo de David, quien pese a su apretada agenda de trabajo, visita constantemente la casa, para saber de su antiguo secretario. En cada visita, se vive una pasión sin límites. Ambos se han entregado al amor. Un amor secreto, escondido, que solo ellos pueden disfrutar.
Carlos, aun con su mal carácter, ha perdido el dominio que ejercía en su mujer. Ésta, con el apoyo de su amante ha sabido sobrellevar la situación. Ahora es ella, quien decide y guía a su minusválido marido. Jamás volvió a compartir el lecho con él. Prefiere dormir, en la habitación contigua al jardín. Sus hijos viven en un internado, de donde solo regresan en vacaciones. Son solo ella y Carlos, en compañía de un reducido grupo de sirvientes. El nivel económico se ha mantenido. El Ministro no escatima recursos para mantener a su amada. Carlos cuenta con cierto dinero mal habido en su corta trayectoria política. Todo lo maneja Carmen, su marido ha sido reducido prácticamente a nada. Bajo su dominio vive crisis nerviosas.
Carmen ha aprovechado toda esta situación para liberarse y vivir un amor prohibido y oculto. El ocultismo de la relación es irrelevante, pues peones y sirvientes ya han ido comentando de hacienda en hacienda lo que allí sucede. Por el momento, es solo eso, rumores.
Cada anochecer, es para Carlos un gran infierno. Su adorada y anhelada esposa cobra cada daño realizado en el pasado. Ella lo hace vivir situaciones desagradables. De esta manera, siente que le hace pagar todo el daño que le hizo en el pasado. La situación cambia, cuando se queda a dormir David Polanco.
Ningún sirviente se atreve a contarle lo que sucede en su propia hacienda. Sus padres lo visitan muy poco. El dominio de Carmen es total. Carlos Alcalá en un momento de ira y rabia le expresa con risa maléfica, su autoría en la muerte de su antiguo novio.
Después de la confesión de asesinato, ella no tuvo ningún tipo de compasión para con él. Su deseo de venganza es desproporcional. Hace que éste sienta lo que ella vivió bajo su dominio. Con el poder inverso. Le controla todo. A la habitación solo puede entrar una sirvienta y no debe establecer conversación con él.
Una vez el Ministro entró a saludarlo y se asqueó de aquel lugar. Sintió pena de ver en lo que lo ha convertido su aun esposa. Quiso interceder por él, pero Carmen le recordó los duros momentos que tuvo que vivir por su accionar violento. David comprendió, su amada ya no es aquella inocente de la cual se enamoró. Hoy es una mujer vengativa para con Carlos. Pero con él, es distinto, su amor rebasa cualquier tipo de maldad, es un amor puro.
VI
Una mañana Carlos intenta salir de la habitación. En su desespero, cae y se golpea nuevamente la columna. El golpe lo deja inconsciente por varios minutos. Al despertar grita y pide auxilio. Nadie lo escucha. Los sirvientes y peones están algo lejos. Carmen se ha ido de viaje en compañía de sus hijos. Se encuentran en Colombia, al lado del Ministro, quien realiza una visita diplomática por aquel país.
El viaje se convierte, en una luna de miel. La que no llegaron a tener. Los niños disfrutan de aquel país.
David tenía planeado presentarla como su esposa, pero Carmen no aceptó. Considerar tal situación, le parecía un exceso irreversible.
Mientras tanto en Venezuela, en la hacienda Carlos seguía tirado en el suelo. Fue descubierto por una sirvienta que le llevaba su merienda. Ésta, llamó a un peón para que le ayudase a levantarlo. Deciden avisar al doctor, quien llega unas horas más tarde. Al evaluar, descubre que se ha hecho gran daño, la caída le ocasionaría en el futuro mayores dolores en su ya agotado cuerpo. Carlos le ruega que informe a sus padres. La sirvienta mira al doctor y le indica con sus ojos que no debe hacerlo, doña Carmen lo tiene prohibido.
Al salir de la hacienda, el doctor se dirige al hospital. Durante el camino, no deja de pensar en su complicidad. Se cree también responsable de la actual situación del ex secretario del Presidente. Pese a que ha recibido dinero por su silencio. Decide escribir a los padres de Carlos para que aprovechen la ausencia de su esposa y se lo lleven.
Los padres de Carlos reciben la noticia. No pueden creer que su hijo desee verles. Hace mucho tiempo solo recibían un no, a su intento de unión.
Al llegar a la hacienda son recibidos por el capataz, este les conduce hasta la sirvienta encargada, quien trata de impedir que Carlos sea visto. No lo logra, y los padres, en su desespero buscan en cada habitación sin poder encontrarlo. La madre recuerda, que en la carta el doctor le explica que se encuentra recluido en una habitación alejada. Doña Carmen decidió sacarlo de la casona, por los ruidos constante que él hacía. El padre de Carlos amenaza a la sirvienta con denunciarla ante la policía. Sin más impedimentos llegan a la habitación. No pueden creer, en el guiñapo en que se ha convertido.
Al pasar lo días, el padre de Carlos le indica que hablará de la situación con el Presidente. Le solicitará la mayor colaboración. Carlos lo mira y comienza a llorar, le suplica que no lo haga. Carmen lo tiene amenazado, si alguien se llegase a enterar de lo que vive, lo denunciará por asesinato.
Sus padres se asombran con tal declaración. No comprenden, hasta donde pudo llegar su hijo por un amor, no correspondido. Le contrastan la realidad que vive. Su esposa, es una perdida que tiene como amante al Ministro más importante del país.
Carlos, se ha recuperado con el pasar de los días, su rostro ha cambiado. Desea regresar a su hacienda y poder recuperarla, pero muy dentro de sí, sabe que no puede. Añora su tiempo de dominio y poder.
VII
Al regresar a la hacienda doña Carmen es informada de lo que ha ocurrido. Decide partir inmediatamente a donde sus suegros. Sus hijos han vuelto al internado.
Es recibida por sus suegros. Le reprochan su accionar. Carmen, quien ha cambiado y ya no es una mujer sumisa, les increpa y solicita llevarse a su esposo a la hacienda. Carlos desde una habitación cercana con algo de miedo oye todo, no se atreve a salir y darle la cara a su mujer. Carmen los amenaza, puede hacer llegar al Presidente información relacionada de planes para derrocarlo, en el que se encuentra involucrado su suegro. La madre de Carlos llora, le suplica a doña Carmen, no llevarse a su hijo.
Carlos extrae desde su interior la valentía que dominaba en el pasado y ayudado por un peón, llega a la sala donde se encuentra su mujer con sus padres. Le solicita poder conversar sin gritos y reproches. Carmen lo escucha. Éste, le pide quedarse con sus padres, promete no decir nada de sus maltratos, ni tampoco reprocharle la relación que mantiene con el Ministro. Le pide perdón por todo el daño que le llegó a causar.
Carmen decide quedarse esa noche en la hacienda. Prometió pensar en la solicitud. Sus planes han cambiado drásticamente. Su deseo era causarle la muerte poco a poco.
El canto de las aves despierta a Carmen. Se prepara y toma el desayuno con sus atormentados suegros. Deja a Carlos, con la condición que visite su hacienda en temporadas para tapar cualquier rumor que se pueda presentar en torno a ellos. Estos aceptan sin hacer ninguna exigencia, pues se hayan perdidos frente al poder que ella posee.
VIII
Carlos, se siente libre. La ausencia de su mujer, lo motiva a vivir. Aunque sabe que no tiene posibilidades de caminar nuevamente. Cambia su aspecto físico. Extraña a sus hijos. Cada mañana se despierta con el deseo de que todo pase. En su muy interior, anhela regresar a su hacienda. Decide escribir a su aun esposa.
Carmen recibe la carta. La lee junto a David. Ambos aceptan la petición del marido. Aunque se había pactado una estadía por temporadas, esta nunca se ha llevado a cabo.
Los niños han regresado a casa de vacaciones. Están deseosos de poder ver a su padre. Su mamá les informa, que pronto llegará a la hacienda. Al pasar los días. Carlos es recibido. Lo reciben con mucha alegría sus hijos y parte de los peones. Él observa a Carmen, la ve más hermosa. Ella, lo recibe con entusiasmo y cordialidad. Lo besa en la mejilla con la intención de aparentar frente a sus hijos.
Al estar a solas, conversan. Carmen le expresa que en la hacienda las riendas la lleva ella. Le invita a considerarse como un invitado y no involucrarse en las decisiones que ella toma junto a David. Aunque este venga poco últimamente, ambos han logrado el progreso. Carlos acepta, su único deseo es estar con los niños. Aunque al verla nuevamente, sintió anhelo por volverla a tener. Sabe que en las condiciones actuales no puede. Pero mantiene ese deseo.
Transcurre una semana. Llega de un viaje el señor Ministro. Sabe de la presencia de Carlos. Se siente algo incomodo pero no duda en irle a saludarlo a su habitación. Estando allí, le da la mano. Nota que ha mejorado en gran porcentaje su aspecto físico. Conversan un poco y luego sale. Éste, le comenta a Carmen que sintió a Carlos muy amable y nada disgustado. Ella, le remite la opinión. Aunque se siente algo extraño en el ambiente. Siente que Carlos cambió para bien.
X
Se siente a lo lejos la presencia de murciélagos. Los niños han partido al internado. Doña Carmen descansa en sus aposentos. El Ministro no ha pernoctado en la hacienda desde hace varios días, ya es costumbre por su apretado ritmo laboral. Los peones descansan en sus habitaciones. Carlos se desplaza por la casa lentamente en su silla de ruedas. Trata de hacer el menor ruido posible. Llega a la biblioteca y extrae de un cajón el arma que ha guardado por años.
Se dirige a la habitación de ella. Abre la puerta, la observa con detenimiento. La huele. Recuerda como se enamoró perdidamente. La apunta y dispara. El ruido despierta a los peones. Estos, escuchan otra detonación cuando se dirigían al lugar.
Héctor DANIEL
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