“La muerte muchas veces se alimenta de almas nobles y puras. Ella simplemente llega a cumplir su cometido”
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Amer, adolescente atípico que se caracteriza por ser respetuoso, alegre y trabajador. Es el mayor de nueve hermanos. Vive con su madre en uno de los barrios más pobres de Lujan. Aunque sabe leer y escribir muy bien, tuvo que abandonar los estudios al verse obligado por la necesidad de traer alimentos a su hogar. Es muy apreciado por los miembros de su comunidad.
Cada día, se levanta muy temprano, se asea y parte al trabajo. Desde hace dos años se desempeña como ayudante arreglando autos en el taller de Don Antonio. Al llegar allí, toma el desayuno que le ha guardado su jefe y luego comienza con su rutina. Verifica que cada vehículo se encuentre como fue dejado el día anterior. Por las noches. los delincuentes suelen meterse y llevarse algunas piezas. Los perros tratan de impedirlo, pero estos a veces les duermen y logran sustraer algo. La revisión de hoy ha sido exitosa, no se han llevado nada. Informa a su patrón y se introduce junto a él, en la reparación del motor de un camión de carga.
Mientras siguen reparando aquella enorme máquina, le comenta a Don Antonio que su madre nuevamente se encuentra embarazada. Esta vez, es de un camionero que le ha ofrecido llevársela a vivir a su región. Pero solo a ella. Considera que no debe partir y pensar en sus otros hijos. Anoche discutieron por eso. Lo golpeó por la espalda como de costumbre, con un pedazo de madera. Conteniendo el llanto, salió del rancho en busca un consuelo que no encontró.
Regresó cuando ya todos dormían. Revisó si había algo para comer, pero no lo consiguió. Decidió ir a acostarse no sin antes revisar que todos sus hermanos estén bien arropados. Se metió a la cama que comparte con sus otros hermanos. Al dormirse, soñó que se encontraba en una playa. El agua era tan transparente que se podía ver a los peces. El oleaje era muy pobre, no corría casi viento. Cuando quiso perderse en ese paraíso, un golpe en su espalda lo despertó. Fue su hermanito, quien se ha movido bruscamente. Ya sin sueño, decide levantarse a tomar agua. Hace varias lunas un nerviosismo en la boca del estomago lo ataca sin piedad. Es una presión fuerte que hace juego con su corazón. Caminó un poco para ver si le pasaba, pero fue inútil. Antes de acostarse de nuevo, se da cuenta que su madre no está allí.
La vio llegar cuando salía para el taller. A pesar de la paliza del día anterior, la saludó con un tierno beso. Estaba alegre y risueña. Su recién enamorado la trajo después de otra noche de fiesta y pasión. A lo largo de los años ha sido testigo de sus fracasos amorosos. De todos, recuerda a Pedro, padre de dos de sus hermanos. Estuvo perdidamente enamorado de ella, quizás por ser su primer amor. La ayudó a terminar de construir el rancho. Compró una cama grande para ellos, una cocina tan blanca como la nieve, un refrigerador; donde de cada cierto tiempo metían las cervezas que consumían en alguna celebración. Trataba muy bien al resto de los niños. Fue un hombre generoso.
A pesar de haber terminado la relación, todavía está al pendiente de todos, incluso de él. Lamentablemente son tantos que su aporte se pierde entre tantas bocas.
De repente, consigue desaforadamente la falla de aquel motor. Don Antonio, se alegra al ver que sabe muchas cosas más que él. En tono de burla le expresa que pronto él se hará cargo del taller. Se tira una carcajada y le augura una pronta jubilación.
Por un momento deja los problemas que le acarrea su madre y sale por una herramienta. Mientras camina siente un leve mareo, no le presta atención y continúa. Va a la nevera por un vaso de agua y regresa junto a su jefe. Al pasar dos horas verifica que todo haya quedado bien. Se monta al volante y enciende el camión. Lo recorre en un corto espacio, todo está a la perfección.
Oyen el llamado de la señora María, es la esposa de Don Antonio quien les indica la hora del almuerzo. Ambos salen corriendo a la mesa. La hora de la competencia ha llegado. El que llegue de último, es el encargado de lavar los platos. Siempre gana él, pero en ocasiones deja que el sexagenario se lleve una victoria.
Son las tres de la tarde y el calor en aquel lugar esta insoportable. Con el permiso de su jefe sale por unos helados a donde doña Pencha. Su preferido es el de mora. Compra tres. No espera y comienza a absorber el suyo por el camino. Al quedarle la mitad del helado, siente otro mareo y cae. Luego de unos eternos minutos se logra levantar. Se limpia la ropa, recoge los helados. Nota que el suyo se ha estropeado. Sigue en dirección al taller.
Entrega los helados a su jefe y a la señora María. Les comenta que no pudo esperar y se ha comido el suyo. Se dirige al baño donde se termina de quitar el polvo de la ropa. Afortunadamente Don Antonio ni su esposa se percataron de nada. Están acostumbrados a verle la ropa sucia y llena de grasa. El mareo ha pasado un poco, pero siente esa presión extraña en la boca de su estómago. Esto lo tiende a poner más nervioso.
Ese día la jornada laboral concluye antes. Se dirige al rancho de su madre. Al llegar observa que sus hermanitos están llorando. La madre ha partido con su enamorado. Le deja una escueta carta donde le expresa su deseo de ser feliz. Le solicita hacerse cargo de los niños. Promete regresar, pero no tan pronto. En adelante piensa convencer a su nueva pareja para que los acepte a todos. Al concluir la lectura, José, el hermano que viene después de él, le comenta que el niño más pequeño corrió detrás del camión y no ha regresado.
Amer sale de aquel rancho inundado de desesperanza, en busca del pequeño. Por el camino se encuentra a una vecina, le pregunta por el infante. Esta le comenta haberlo visto cerca del río. Limpia las lágrimas que han escapado sin permiso y continúa su andar. Lo ve cerca de aquel peligroso puente, corre para traerlo. Lo alcanza y se sienta junto a él en la orilla del paso peatonal, a consolar a aquel desesperado inocente. La criatura por un momento olvida su llanto. Se le escapa de sus brazos y parte a jugar con los niños que se encuentran allí.
La presión que siente ahora es más intensa. Trata de levantarse de donde se encuentra pero no puede. Un fuerte mareo le vence. Amer, cae al caudaloso rio. Flota por unos instantes y se pierde como el viento.
Veinticuatro horas pasaron antes de ser localizado. En el hospital le han informado a su madre que ha muerto de un infarto fulminante al miocardio, producto de su preexistente epilepsia.
Héctor DANIEL
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