Confianza ultrajada

 

 

 

 

 

 

“Es una regla de la amistad que cuando la desconfianza entra por la puerta, el afecto sale por la ventana”

Jacob Howell

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mientras la tierra ejercita sus dos drásticos movimientos. Las historias se van formando en cada segundo. Cada minuto permite el ingreso de nuevos sucesos. Muchas han sido contadas sin obviar ningún detalle. Otras han sido alteradas con gran osadía por sus protagonistas. En la actualidad nos rodean historias que no han sido comprobadas. Han llegado a  nosotros gracias a la extensión vocálica de algún samaritano sin oficio.

         Miguel y Rafael se conocieron un diciembre. Ambos comenzaron a trabajar en la empresa de los Collins, con el firme propósito de proveer estabilidad a sus familiares. Miguel es alegre, sociable y presto a realizar cualquier trabajo. Ve siempre el lado positivo de lo que sucede. Hace poco decidió formar familia. Tiene una hija que es su adoración. Mientras que Rafael es poco conversador pero muy educado. También tiene una niña, pero con deficiencia visual moderada.   La jornada  de ambos inicia desde las primeras horas de la mañana.  Han logrado formar un buen equipo.

Carlos Ramírez, es el administrador. Tiene varios lustros en ese puesto. Cambia constantemente de personal para lograr cumplir la meta impuesta por el dueño de la compañía. . Éles aquel gerente que ningún empleado en su sano juicio desea tener. El nivel de exigencia que aplica lo ha llevado a convertirse en un ser agobiante. Cuando la jornada termina, es otro. Ofrece amistad pura y solidaria. Invita con regularidad a sus nuevos empleados a casa a preparar asados mientras ven  algún partido de fútbol. Es fanático del Monaguense, su sueño es verlos jugar en su propio estadio. Miguel le acompaña en su afición. Poseen un calendario bien específico de cada encuentro del  equipo. Rafael no le apasiona, pero tampoco le disgusta la actividad futbolística. Él prefiere introducirse en su celular y perderse en alguno de esos juegos  de competencias online.

Al culminar el mes de diciembre, Carlos  les felicita por haber contribuido a alcanzar la meta. Las ganancias que se han obtenido desbordarán la alegría de mister Collins. Y les informa que  su tiempo de prueba ha terminado.  Pasaran a ser empleados fijos de la empresa. Esa noche salen a festejar. Parten a un lugar conocido de la cuidad. Los tres caballeros ingieren ron seco. El compartir se extiende hasta  la madrugada, aunque el licor ha hecho estragos, todavía conservan algo de conciencia. Cada uno se retira a su respectivo hogar con la promesa de reencontrase el siguiente día.

El sol agobiante de medio día obliga a los nuevos amigos a cambiar su plan. Salen de casa y  deciden partir a una piscina. Por esta época, es muy común salir a esos lugares. Aun se siente el entusiasmo decembrino.  Miguel va  acompañado de su esposa, la cual se caracteriza por ser muy servicial. La niña también los acompaña. Rafael asiste solo, su esposa e hija se han ido de viaje a visitar unos  parientes. Música a todo volumen, licor de distintos tipos forman parte del festín. Todos colaboran en la preparación de los alimentos. Risas van y vienen entre los presentes.

La alegría que desborda cada persona se ve alterada por la repentina desaparición de la niña de Miguel. Los segundos comienzan a convertirse en horas. Las risas dan paso a un llanto desesperado por parte de la madre. Todos comienzan a recorrer  el lugar en búsqueda de la pequeña. Rafael visualiza la piscina pero no la consigue. Carlos y su mujer indagan en los presentes. No hay rastro de ella.  

Transcurren unos minutos más  y todavía no han localizado a la menor. El desgaste y desespero es evidente en cada rostro. De pronto oyen que el dueño del lugar grita desde la montaña que los rodea. Todos corren y suben hasta allá.  Miguel va en decadencia. Cada paso que da, se convierte en duda.  Su pálpito se acelera. Cae a mitad de camino, se levanta y vuelve a caer. La madre de la niña logra llegar.  El horror invade su rostro mientras que el llanto la acompaña al ver que su hija yace inerte en el suelo. La recoge y trata de despertarla pero no responde al llamado. Carlos se la retira de los brazos, la revisa con prisa y nota que ha sido picada por un reptil. Busca desesperadamente algún signo de vida y lo consigue.  Baja de la montaña con rapidez  cargando en brazos a la pequeña.  Observa en ese trayecto que Miguel sigue aun desmayado. Le sugiere  a Rafael que permanezca  con  Ã©l. Su esposa los espera en el vehículo para llevarlos al hospital.

La niña es atendida con prontitud en el centro asistencial. El suero antiofídico ha logrado neutralizar el veneno.  La  llegada a tiempo ha impedido un mayor daño. Dos días pasaron para que pudiese ser dada de alta por el galeno.  Miguel y su esposa partieron  con la promesa de notificar al  pediatra cualquier cambio  en la pequeña en los días venideros.

La vuelta al trabajo ha dejado en el olvido el susto de Miguel y su familia. Las exigencias regresan. En ocasiones la jornada laboral se tensa con las actitudes de Carlos. Cuando este debe viajar a entregar las ganancias  deja en su lugar a su mujer, quien se encarga de todo y suele ser menos represiva que su marido.

 La confianza entre todos se ha desbordado. Los cuatro trabajan con intensidad para lograr la meta que mes a mes establece mister Collins.

Una tarde, mientras trabajan arduamente en la organización  de los insumos se recibe una llamada telefónica. Es la esposa de Miguel quien solicita el apoyo de su marido. Ella se encuentra en el hospital central con la niña que se ha desmayado. Carlos decide llevar en su vehículo a su empleado. Al llegar, la niña ha reaccionado y se encuentra estable. Les informan que son secuelas que ha dejado la picadura de la serpiente. Taquicardias continuas, mareos y desmayos se harán presentes por un tiempo. El médico de guardia les receta unos medicamentos y les invita a estar pendiente de cualquier otro cambio.

Al salir del hospital Carlos observa que Miguel aun se encuentra preocupado. Al conversar con él,  este le manifiesta  no tener dinero para comprarle los nuevos medicamentos a su hija. El administrador llega a su coche, lo abre y de una caja  extrae algo de dinero que le  entrega a su amigo. Los acompaña a comprar lo recetado por el doctor, deja a la niña con la madre en casa y luego regresan a sus labores. Miguel agradece el gesto a Carlos.  

Miguel le comenta a Rafael lo que ha hecho su jefe. Considera que es un gran amigo.

La tierra sigue  girando y tambaleándose cada cierto tiempo. Ya han pasado tres meses de aquella  vuelta al hospital. Las ganancias siguen en aumento. El nivel de confianza se ha extendido a niveles insospechables. Carlos  ya no viaja solo a rendir cuentas, cada cierto tiempo lo acompaña su mujer. Ella aprovecha para comprar cosas para la casa que no se consiguen en su pequeña ciudad. Mientras ellos se encuentran en la capital, la compañía es administrada por Miguel y Rafael. Ambos se hacen cargo de todo. La experiencia adquirida les facilita desarrollar las labores con gran ímpetu. Las ganancias de cada día lo van  reflejando  en el libro de anotaciones. Dinero en efectivo que pasa por sus manos, es bien resguardado en caja. El nivel en valores de ambos es  muy alto. Carlos aunque confía plenamente en sus empleados al regresar  de la capital evalúa que todo esté en orden. Los números son exactos.  Siempre cuadran, no hay evidencias de faltante ni sobrante.

Posterior a otra larga jornada de trabajo, Carlos y su mujer invitan a los jóvenes a cenar en su casa. La reunión se extiende con el aparecer del respectivo licor. El alcohol comienza a hacer de las suyas. Carlos comienza a bailar desenfrenadamente con su esposa. Al ritmo de la música, el resto de invitados se unen al baile descontrolado. Por un momento Rafael para y se dirige al baño. Miguel va por más hielo a la cocina mientras la pareja continúa con una danza fuera de los cánones reglamentarios hasta que el cansancio los invita a sentarse. Miguel y Rafael al volver, notan que sus amigos se han quedado dormidos y deciden partir a sus respectivos hogares.

Al otro día Miguel y Rafael llegan como de costumbre a la compañía y notan que Carlos y su esposa no han llegado. Les parece extraño, pues a pesar del estrago que el licor causa en ellos siempre cumplen con sus obligaciones laborales. Hacen una llamada telefónica y no es atendida. Deciden abrir la compañía con una copia de la llave que Miguel posee. Casi nunca la utilizan por respeto. Carlos es quien regularmente abre y cierra la empresa. Los dos jóvenes no se dan abasto con el trabajo. Esas primeras horas de la mañana la clientela ha sido relativamente alta.

El administrador y su esposa se aparecen entrando la tarde. Carlos le da las gracias por la responsabilidad de ambos. Los deja para que sigan con la atención de los clientes y parte a su oficina a realizar cuestiones administrativas. Es fin de mes y debe hacer el cierre. Busca en la caja el dinero para contarlo y no lo consigue. Alguien lo ha sustraído. Llama inmediatamente a su mujer. Ella le informa que no ha tomado nada.

Reúne  al finalizar la jornada a los dos empleados en la oficina para tratar el asunto. Les aclara que no desconfía de su mujer. Estos le responden que no tienen conocimiento de ese dinero. La actitud apacible de Carlos cambia y grita desesperado. Recalca que solo ellos tienen acceso al lugar. Les solicita transparencia basado en la amistad forjada en ese tiempo. Ordena revisar  las pertenecías de cada uno pero no consigue nada.

Con el ambiente menos tenso Miguel decide entregar la copia de la llave a Carlos. Este le manifiesta que ha sido un error abrir ese día la compañía sin la presencia de él y le asegura que pese a las necesidades que tiene para con su hija no tomó ese dinero. Su familia no le ha formado en antivalores. Rafael decide presentar la renuncia, considera que las acusaciones del administrador  hacia ellos están fuera de base. No tolerará más un grito de su parte. Destaca su dignidad y parte.

Con otro  girar de la tierra sobre su propio eje, el trabajo en la compañía siguió  a  toda marcha.  El administrador en la capital  hizo entrega a mister Collins de las ganancias del mes. Mientras que en la pequeña ciudad  Miguel persistió en su las labores bajo la supervisión de  la  esposa de Carlos. Hasta el momento no ha llegado otro empleado que sustituya a Rafael. Los niveles de seguridad aumentaron en la compañía. Las reuniones y celebraciones han cesado.

A pesar del continuo  éxito en las ventas.  La cautela hace de las suyas en aquel tibio ambiente y  desde una esquina del tejado un nuevo y extraño vigilante les hace sonreír con vehemencia.

Héctor DANIEL

 

 

Comentarios